En
 la difícil tarea de guiar a nuestro hijo adolescente hacia su meta, 
hacia su proyecto de vida surgen numerosas confrontaciones. Lo habitual 
en estos años es que se encuentre en un mar de dudas. Los padres, 
siempre acompañándole, orientándole y escuchándole, debemos hacerle 
entender que las exigencias que le imponemos no significan "castigo", 
sino que van encaminadas a ayudarle a usar sus facultades 
responsablemente.
Puede
 que sepan lo que quieren, pero aún "adolecen" de autodominio, dejándose
 llevar en muchas ocasiones por sus instintos, sentimientos, apetitos, 
pasiones o por lo último que les ha venido a la cabeza. 
Además,
 que la palabra "no" también expresa cariño. Si a los jóvenes no se les 
dice que no cuando su bien lo exige, tampoco podrán educar la saludable 
facultad de negarse a sí mismos. Y sin esta facultad, se pueden 
encontrar -como les ocurre a muchos- con que en algunos aspectos, su 
vida está totalmente descontrolada. El poder incontrolado es sinónimo de
 desastre, no de libertad.
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6 consejos para decir NO a un adolescente
Sin
 embargo, un "no" rotundo es negativo en muchas ocasiones, porque no 
enseña al adolescente a actuar con responsabilidad. Entre lo que ellos 
demandan y los padres prohibimos, existe un equilibrio. La base esencial
 para encontrar ese punto intermedio es dialogar padres e hijos, 
escuchar mutuamente de manera activa y elaborar juntos unas normas 
claras y sensatas.
Puntos a tener en cuenta: 
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- Los padres son responsables de sus hijos, lo que les da autoridad. El deseo de los padres no debe ser "mandar por mandar", eso sería autoritarismo. Por su edad, los adolescentes gozan de una cierta libertad de movimientos, pero los padres son los responsables últimos de ellos.
-   El mal uso de la libertad puede causar daños. Tanto
 a su persona (puede verse metido en situaciones desagradables de las 
que no sabe cómo salir), como a su familia (si no llega a una hora 
prudente, por ejemplo, los padres sufren innecesariamente).
-   Ir contra las costumbres y mentalidades. La
 sociedad actual se caracteriza por un exceso de permisivismo, es decir,
 la tendencia a permitir cualquier tipo de conducta siempre que provenga
 de una decisión libre. Si la decisión de unos padres "choca" con el 
ambiente y el hijo no la asume y se rebela, primero deberemos 
comunicarle  que esa decisión es por su bien. Le comprenderemos  e 
intentaremos que él nos comprenda a nosotros. Por último, si nuestro 
hijo no lo entiende, la decisión final es nuestra.
-   Escucharle y confiar en él. En
 algunas ocasiones, después de haberle trasmitido los riesgos que puede 
correr, debemos confiar en él y permitirle realizar algo que a nosotros 
no nos gusta demasiado (vestir de una determinada manera siempre que no 
le veje como persona, ir a una fiesta de amigos que ha conocido en 
verano, etc.) Será una prueba de que usa bien o no su libertad.
-   Ir soltando amarras. Tanto
 el permisivismo como el autoritarismo, son dos formas negativas de 
educar a nuestros hijos. Debemos, poco a poco, ir "soltando amarras", 
darles oportunidades para elegir y ser responsables de sus actos. De 
esta manera, experimentarán las consecuencias e irán forjando su propio 
destino.
-   Buscar siempre una salida razonable.
 Si un plan que nos propone nuestro hijo, nos desagrada o vemos más 
riesgos que ventajas, hay que evitar decir el "no" rotundo y buscar una 
salida razonable. Ejemplos: ir a una fiesta: preguntar quién va y 
exigirle una hora de regreso; hacer rafting: preguntarle dónde, cómo, 
enterarse de los riesgos y tomar precauciones; dormir en casa de un 
amigo/a: preguntar si están los padres y confirmar, por ejemplo, que se 
quedan; comprar una moto: ver si es necesario o no, por qué la quiere y 
entonces, buscar la más segura, etc.
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