Sábado 26 de septiembre 2015 | Devoción Matutina para Jóvenes 2015 | Culpa sana y culpa enfermiza-II
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:12-14.
uántas veces algunos padres tienen expectativas irrealizables para sus hijos, y hacen depender de esto su aceptación de ellos.
Por otro lado, el perfeccionismo religioso también puede producir este tipo de frustración y sentimiento neurótico de culpa. Una religión que no reconoce la condición pecaminosa y falible del ser humano, y exige de sus miembros que se comporten como ángeles, y hace creer que su aceptación por parte de Dios y su salvación dependen de su perfección moral estará formando creyentes crónicamente culpables. O, por el contrario, ante semejante frustración e impotencia religiosa, estará induciendo a la rebeldía y el abandono de la fe.
¿Significa esto que debemos carecer de aspiraciones morales, de altos ideales para nuestra vida espiritual y moral? De ninguna manera. Pero una cosa es la búsqueda de la excelencia en todo orden (académico, deportivo, artístico, laboral, religioso) y otra cosa es el perfeccionismo, que hace depender de los logros de todo tipo la valoración personal y la aceptación propia, o de otros o de Dios mismo.
La función de la culpa es producir un cambio. Si el cambio está producido, ya no es necesaria. Si sigue allí, entonces no ayuda sino que perturba. Pero hay gente que, aun cuando corrige los aspectos de su vida que necesitaban un cambio, sigue estancada en el dolor del sentimiento de culpa. Y, aun cuando puedan existir motivos reales, por cosas malas que consciente y voluntariamente hayas hecho, si te arrepientes no te estanques en el sentimiento de culpa: acepta gozoso el perdón de Dios, ya que Cristo cargó con tus culpas y miserias en la Cruz, y ahora eres libre de culpa y condenación delante de Dios, y considerado como justo por tu Padre celestial, para que vivas con dignidad*
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1).
Por otro lado, el perfeccionismo religioso también puede producir este tipo de frustración y sentimiento neurótico de culpa. Una religión que no reconoce la condición pecaminosa y falible del ser humano, y exige de sus miembros que se comporten como ángeles, y hace creer que su aceptación por parte de Dios y su salvación dependen de su perfección moral estará formando creyentes crónicamente culpables. O, por el contrario, ante semejante frustración e impotencia religiosa, estará induciendo a la rebeldía y el abandono de la fe.
¿Significa esto que debemos carecer de aspiraciones morales, de altos ideales para nuestra vida espiritual y moral? De ninguna manera. Pero una cosa es la búsqueda de la excelencia en todo orden (académico, deportivo, artístico, laboral, religioso) y otra cosa es el perfeccionismo, que hace depender de los logros de todo tipo la valoración personal y la aceptación propia, o de otros o de Dios mismo.
La función de la culpa es producir un cambio. Si el cambio está producido, ya no es necesaria. Si sigue allí, entonces no ayuda sino que perturba. Pero hay gente que, aun cuando corrige los aspectos de su vida que necesitaban un cambio, sigue estancada en el dolor del sentimiento de culpa. Y, aun cuando puedan existir motivos reales, por cosas malas que consciente y voluntariamente hayas hecho, si te arrepientes no te estanques en el sentimiento de culpa: acepta gozoso el perdón de Dios, ya que Cristo cargó con tus culpas y miserias en la Cruz, y ahora eres libre de culpa y condenación delante de Dios, y considerado como justo por tu Padre celestial, para que vivas con dignidad*
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1).
DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2015
EL TESORO ESCONDIDO
Un encuentro con Dios en tu juventud
Por: Pablo M. Claverie
Lecturas devocionales para jóvenes 2015
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Un encuentro con Dios en tu juventud
Por: Pablo M. Claverie
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