Hay eventos que hacen historia, aunque la mayoría de las veces, su importancia se comprende posteriormente. El día 18 de abril de 1521 fue uno de esos días importantes. El monje Martín Lutero, después de su excomunión había sido invitado por el emperador Carlos V a comparecer ante la Dieta (asamblea) Imperial de Worms para que se retratara de sus enseñanzas, antes de ser declarado “fuera de la ley”, y cualquier persona lo podría matar.
Aun después de la segunda audiencia, Lutero no tuvo una razón que lo convenciera a renunciar a las tesis que había fijado en la puerta de la iglesia de Wittenberg.
Las famosas palabras de Lutero están registradas así: “Yo no puedo someter mi fe ni al papa ni a los concilios, porque es tan claro como la luz del día que ellos han caído muchas veces en el error así como en muchas contradicciones consigo mismos. Por lo cual, si no se me convence con testimonios bíblicos, o con razones evidentes, y si no se me persuade con los mismos textos que yo he citado, y si no sujetan mi conciencia a la Palabra de Dios, yo no puedo ni quiero retractar nada, por no ser digno de un cristiano hablar contra su conciencia. Heme aquí; no me es dable hacerlo de otro modo. ¡Que Dios me ayude! ¡Amén!” (El conflicto de los siglos, p. 148).
Foco: Entender que no tenemos alternativa para no seguir el llamado de Dios. Podemos resistir a ese llamado, huir de él o racionalizarlo, pero al fin de cuentas, solo una reacción nos lleva a la felicidad verdadera: seguir el mandato de Dios.
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