Hablaremos de las finanzas del cristiano verdadero, aunque muchos podamos tener deudas.
Muchos de los cristianos actuales, deben dinero, y mucho dinero, gastan más de lo que ganan, no saben administrar su dinero, y viven como esclavos del dinero, y lo peor de todo no demuestran ser hijos de Dios.
No por el hecho de tener dinero, se demuestra que eres hijo de Dios, sino que al ser un hijo de Dios, no serás esclavo del dinero, dinero que Dios te da, y por el cual trabajas, no para pagar deudas, sino para hacer un bien común, para tu familia, a otras personas, y claro, para ti mismo.
“PAGAD A TODOS LO QUE DEBÉIS… NO DEBÁIS A NADIE NADA…” (Romanos 13:7-8)
El escritor John Kennedy dijo: “Ofrecer asesoramiento financiero basado en la Biblia ha llegado a ser un “producto” artesanal.
No es que este tipo de consejos sea algo nuevo o que la gente no sepa muy bien qué es lo que se le ofrece, el hecho es que los creyentes han acumulado deudas sin tener ningún plan financiero responsable, por lo que se están arruinando a causa de los intereses…”. ¿Te describe esto a ti?
Aunque la Biblia dice: “Alborota su casa el codicioso…” (Proverbios 15:27), pensamos: ‘¿Para qué esperar más y ahorrar cuando la tarjeta de crédito me permite disfrutar lo que quiero hoy mismo?’. Así que, acabamos comprando cosas que no necesitamos con dinero que no tenemos para impresionar a personas que no tienen interés en nosotros. Y porque la renta que pagamos por las tarjetas de crédito es alta, en vez de recoger una cosecha de semillas que hemos plantado, terminamos debiendo “dos espigas” por cada “dos semillas” prestadas…
Cuando tus gastos exceden tus ingresos, los costes de mantenimiento acaban siendo tu perdición. Por eso, Pablo dijo: “Pagad a todos lo que debéis… No debáis a nadie nada…” (Romanos 13:7-8). Es irresponsable comprar cosas que no necesitas y que no te puedes permitir cuando tienes facturas pendientes de pago y nada ahorrado para el futuro.
La libertad para decidir tu destino está determinada por lo que debes, no por lo que ganas. Tener que trabajar años enteros para pagar tus deudas limita severamente tus opciones. Por lo tanto, define tu estilo de vida, teniendo en cuenta tus ingresos actuales y no los que te gustaría que fueran. Y si obtienes un aumento de sueldo, no gastes más de forma automática. Usa el crédito con sabiduría y procura que no “se te suba a la cabeza”. Salomón dijo: “Examina la senda que siguen tus pies… No te desvíes…” (Proverbios 4:26-27). Establece un presupuesto mensual, respétalo, y si obtienes “semillas” extras, “siémbralas” para recoger futuras “cosechas”.
“…EL QUE SIEMBRA GENEROSAMENTE, GENEROSAMENTE TAMBIÉN SEGARÁ” (2 Corintios 9:6b)
La manera más segura de controlar tus finanzas es con un presupuesto. ¡Pruébalo! Te sorprenderá saber a dónde va tu dinero mensualmente. Y como tus hábitos de consumo reflejan tus verdaderas prioridades, “abróchate el cinturón” y prepárate para unas noticias sorprendentes.
Primero:
El 10% de tus ingresos le pertenece al Señor. ¡Fin de la cuestión!: “Traed… los diezmos al alfolí y… os abro las ventanas de los Cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:20). Y Él quiere que le pagues lo que le debes con alegría, no de mala gana o como si estuvieras cerrando un trato. Pablo dijo que el que “siembra” generosamente, “…generosamente también segará. Cada uno dé… no con tristeza…, porque Dios ama al dador alegre. …a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra…” (2 Corintios 9:6b-7,8b). Cuando das al Señor, te haces “socio” con Él;
Segundo:
Si quieres garantizar un futuro seguro con opciones, disciplínate a invertir un porcentaje de tus ingresos en ahorros. No te preocupes si es una cantidad pequeña, pero considéralo una prioridad. Si no lo haces, los gastarás en otras cosas y nunca podrás alcanzar tus planes a largo plazo, como estudios, jubilación o ayudar en la obra del Señor;
Tercero:
Después de diezmar a Dios y ahorrar para el futuro, esfuérzate por pagar todas las demás obligaciones financieras. Quítate la mentalidad de “pagar solamente el mínimo” con tarjetas de crédito. Al no pagar la totalidad de tu deuda mensual, acabas gastando mucho más dinero de lo que deberías. Intenta por todos los medios pagar tus deudas pendientes, aunque durante cierto tiempo tengas que “estirarte” y privarte de algunas cosas; a la larga, si haces las cosas así, tendrás una gran ventaja.
“EL QUE MIRA CON MISERICORDIA SERÁ BENDITO…” (Proverbios 22:9)
Malgastamos mucho tiempo discutiendo sobre la pobreza y la riqueza, estableciendo parámetros para juzgar el nivel espiritual de la gente basado en su estilo de vida o en cómo se alinea a nuestra interpretación de los “estándares bíblicos”. En el Nuevo Testamento, Jesús honró a una viuda por dar sus dos últimas monedas. Él dijo: “…todos han echado de lo que les sobra, pero ésta,… echó todo lo que tenía…” (Marcos 12:44). Por otra parte, Bernabé “…vendió una heredad que tenía y trajo el producto de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles” (Hechos 4:37); “…a todo aquél a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Lucas 12:48b).
Cuantas más bendiciones hayas recibido de Dios, más responsabilidad te pedirá Él por cómo haces uso de ellas. Durante la ofrenda, un pastor dijo a sus feligreses que tomaran la cartera de la persona que estaba en frente. “Ahora bien”, dijo, “Ábranla y den tanto como ustedes siempre quisieron dar pero que sintieron que no se lo pudieron permitir”… Salomón dijo: “…el justo da sin retener su mano” (Proverbios 21:26b), y aunque puedas tener menos para dar que tu vecino, todos estamos llamados a mostrar la misma generosidad y el mismo sacrificio leal.
¿No es curioso como a veces vas a cenar a casa de alguien que no tiene mucho y, sin embargo, cuando sales de su casa, te sientes como un rey por la hospitalidad que acabas de recibir? Es porque la esencia de la generosidad es la dedicación personal. El Señor confía un incremento económico a las personas que no están controlados por el amor al dinero. Su Palabra dice: “El alma generosa será prosperada: el que sacie a otros, también él será saciado” (Proverbios 11:25). Quedarás sorprendido de lo que Dios hará en tu vida si eres generoso con tus recursos económicos.
Muchos de los cristianos actuales, deben dinero, y mucho dinero, gastan más de lo que ganan, no saben administrar su dinero, y viven como esclavos del dinero, y lo peor de todo no demuestran ser hijos de Dios.
No por el hecho de tener dinero, se demuestra que eres hijo de Dios, sino que al ser un hijo de Dios, no serás esclavo del dinero, dinero que Dios te da, y por el cual trabajas, no para pagar deudas, sino para hacer un bien común, para tu familia, a otras personas, y claro, para ti mismo.
“PAGAD A TODOS LO QUE DEBÉIS… NO DEBÁIS A NADIE NADA…” (Romanos 13:7-8)
El escritor John Kennedy dijo: “Ofrecer asesoramiento financiero basado en la Biblia ha llegado a ser un “producto” artesanal.
No es que este tipo de consejos sea algo nuevo o que la gente no sepa muy bien qué es lo que se le ofrece, el hecho es que los creyentes han acumulado deudas sin tener ningún plan financiero responsable, por lo que se están arruinando a causa de los intereses…”. ¿Te describe esto a ti?
Aunque la Biblia dice: “Alborota su casa el codicioso…” (Proverbios 15:27), pensamos: ‘¿Para qué esperar más y ahorrar cuando la tarjeta de crédito me permite disfrutar lo que quiero hoy mismo?’. Así que, acabamos comprando cosas que no necesitamos con dinero que no tenemos para impresionar a personas que no tienen interés en nosotros. Y porque la renta que pagamos por las tarjetas de crédito es alta, en vez de recoger una cosecha de semillas que hemos plantado, terminamos debiendo “dos espigas” por cada “dos semillas” prestadas…
Cuando tus gastos exceden tus ingresos, los costes de mantenimiento acaban siendo tu perdición. Por eso, Pablo dijo: “Pagad a todos lo que debéis… No debáis a nadie nada…” (Romanos 13:7-8). Es irresponsable comprar cosas que no necesitas y que no te puedes permitir cuando tienes facturas pendientes de pago y nada ahorrado para el futuro.
La libertad para decidir tu destino está determinada por lo que debes, no por lo que ganas. Tener que trabajar años enteros para pagar tus deudas limita severamente tus opciones. Por lo tanto, define tu estilo de vida, teniendo en cuenta tus ingresos actuales y no los que te gustaría que fueran. Y si obtienes un aumento de sueldo, no gastes más de forma automática. Usa el crédito con sabiduría y procura que no “se te suba a la cabeza”. Salomón dijo: “Examina la senda que siguen tus pies… No te desvíes…” (Proverbios 4:26-27). Establece un presupuesto mensual, respétalo, y si obtienes “semillas” extras, “siémbralas” para recoger futuras “cosechas”.
“…EL QUE SIEMBRA GENEROSAMENTE, GENEROSAMENTE TAMBIÉN SEGARÁ” (2 Corintios 9:6b)
La manera más segura de controlar tus finanzas es con un presupuesto. ¡Pruébalo! Te sorprenderá saber a dónde va tu dinero mensualmente. Y como tus hábitos de consumo reflejan tus verdaderas prioridades, “abróchate el cinturón” y prepárate para unas noticias sorprendentes.
Primero:
El 10% de tus ingresos le pertenece al Señor. ¡Fin de la cuestión!: “Traed… los diezmos al alfolí y… os abro las ventanas de los Cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:20). Y Él quiere que le pagues lo que le debes con alegría, no de mala gana o como si estuvieras cerrando un trato. Pablo dijo que el que “siembra” generosamente, “…generosamente también segará. Cada uno dé… no con tristeza…, porque Dios ama al dador alegre. …a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra…” (2 Corintios 9:6b-7,8b). Cuando das al Señor, te haces “socio” con Él;
Segundo:
Si quieres garantizar un futuro seguro con opciones, disciplínate a invertir un porcentaje de tus ingresos en ahorros. No te preocupes si es una cantidad pequeña, pero considéralo una prioridad. Si no lo haces, los gastarás en otras cosas y nunca podrás alcanzar tus planes a largo plazo, como estudios, jubilación o ayudar en la obra del Señor;
Tercero:
Después de diezmar a Dios y ahorrar para el futuro, esfuérzate por pagar todas las demás obligaciones financieras. Quítate la mentalidad de “pagar solamente el mínimo” con tarjetas de crédito. Al no pagar la totalidad de tu deuda mensual, acabas gastando mucho más dinero de lo que deberías. Intenta por todos los medios pagar tus deudas pendientes, aunque durante cierto tiempo tengas que “estirarte” y privarte de algunas cosas; a la larga, si haces las cosas así, tendrás una gran ventaja.
“EL QUE MIRA CON MISERICORDIA SERÁ BENDITO…” (Proverbios 22:9)
Malgastamos mucho tiempo discutiendo sobre la pobreza y la riqueza, estableciendo parámetros para juzgar el nivel espiritual de la gente basado en su estilo de vida o en cómo se alinea a nuestra interpretación de los “estándares bíblicos”. En el Nuevo Testamento, Jesús honró a una viuda por dar sus dos últimas monedas. Él dijo: “…todos han echado de lo que les sobra, pero ésta,… echó todo lo que tenía…” (Marcos 12:44). Por otra parte, Bernabé “…vendió una heredad que tenía y trajo el producto de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles” (Hechos 4:37); “…a todo aquél a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Lucas 12:48b).
Cuantas más bendiciones hayas recibido de Dios, más responsabilidad te pedirá Él por cómo haces uso de ellas. Durante la ofrenda, un pastor dijo a sus feligreses que tomaran la cartera de la persona que estaba en frente. “Ahora bien”, dijo, “Ábranla y den tanto como ustedes siempre quisieron dar pero que sintieron que no se lo pudieron permitir”… Salomón dijo: “…el justo da sin retener su mano” (Proverbios 21:26b), y aunque puedas tener menos para dar que tu vecino, todos estamos llamados a mostrar la misma generosidad y el mismo sacrificio leal.
¿No es curioso como a veces vas a cenar a casa de alguien que no tiene mucho y, sin embargo, cuando sales de su casa, te sientes como un rey por la hospitalidad que acabas de recibir? Es porque la esencia de la generosidad es la dedicación personal. El Señor confía un incremento económico a las personas que no están controlados por el amor al dinero. Su Palabra dice: “El alma generosa será prosperada: el que sacie a otros, también él será saciado” (Proverbios 11:25). Quedarás sorprendido de lo que Dios hará en tu vida si eres generoso con tus recursos económicos.
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